“Puedes llorar porque se ha ido o puedes sonreír porque ha vivido;
puedes cerrar los ojos y rezar para que vuelva
o puedes abrirlos y ver todo lo que ha dejado;
tu corazón puede estar vacío porque no la puedes ver
o puede estar lleno del amor que compartisteis.
Puedes llorar, cerrar tu mente, sentir el vacío o dar la espalda
o puedes hacer lo que a ella le gustaría: sonreír, abrir los ojos, amar y seguir”
(Anónimo Escocés)

11 mayo 2008

El transplante


El 11 de mayo de 2007 se hizo a Anna el transplante de médula ósea. Había ya ingresado el día 30 de Abril, después de una dura semana de despedirnos de todo lo que formaba parte de la vida cotidiana de Anna: el cole, la academia de dibujo, los amigos, la familia. Debía estar aislada como mínimo un mes y la estancia en el Hospital se podría alargar hasta casi tres meses. 100 días. Esto es lo que quedó clavado en su cabecita cuando el hematólogo le explicó todo el proceso. Recuerdo perfectamente que durante la explicación no dijo ni una sola palabra. Ya en el coche, de camino a casa, le dije que estaba en su perfecto derecho de llorar, de gritar, de desahogarse. Empezó a llorar y lo primero que nos dijo fue que no podría representar la obra de teatro que estaba ensayando en el cole y que se perdería las vacaciones. Pero cuando llegamos a casa, sin lágrimas ya, le explicó a mi madre de pe a pa todo lo que tenían que hacerle y que, en 100 días, ya se estaría recuperando.
Del 30 de abril al 10 de mayo le hicieron acondicionamiento para el transplante, que consistía en ciclos de quimioterapia para destruir su médula. Dentro de la cámara sólo podía permanecer una persona: yo estaba por la mañana y a partir de las 7 de la tarde y Santi de 2 a 7. Por las noches se quedaba sola por indicación de las enfermeras. Para entrar nos teníamos que duchar y poner un pijama de quirófano, con mascarilla y protecciones para los pies. Todo lo que entraba dentro de la cámara se esterilizaba, incluso lápices, libros, cd's. Venía una maestra a diario y le dejaron un portátil. Las visitas la podían ver a través de una especie de escotilla pero Anna acabó cansada de "parecerse a un pez". Procuré establecer una rutina para que los días pasaran más rápidos pero la verdad es que no era nada fácil. El 11 de mayo le hicieron el transplante, que en sí es la parte más sencilla del proceso ya que es como si fuera una transfusión de sangre. La verdad es que cuando vi la bolsa no pude evitar emocionarme al pensar lo importante que era para la vida de Anna.
A las tres semanas del transplante, la nueva médula ya empezó a funcionar. Esto es lo que nos daba ánimo a empezar cada día porque, la verdad, es que todo estaba resultando muy duro: físicamente para Anna y psicológicamente para nosotros.
Anna estuvo ingresada en la cámara hasta el día 9 de junio, en que la trasladaron a una habitación de las llamadas intermedias, donde sólo podíamos entrar Santi y yo pero ya con nuestra ropa. La idea de los médicos era que estuviera aquí durante una semana para recuperar peso y luego a casa. Pero el día 13 de Junio nos dieron la terrible noticia de que la médula se había parado, que le volverían a poner una medicación durante tres días para ver si vovía a funcionar y que si no habría que ir a un segundo transplante. La esperanza nos duro sólo trece días. A partir de entonces fue un sinvivir permanente para Santi y para mí, que tuvimos que llevar interiormente porque delante de Anna siempre había que hacer buena cara y ser positivos.
Recuerdo perfectamente cuando me dijo que ojalá estuviera todavía en el hospital para la noche de San Juan, porque así no oiría los petardos (Anna tenía fobía a los petardos y fuegos artificiales). Pues allí estábamos porque el día 20 de Junio, después de una hemorragia, la bajaron a la UCI y ya no salió de allí.
Esto es un pequeño resumen de lo que vivimos durante esos casi dos meses. Me sentía obligada a hacer la entrada pero hay muchas situaciones y muchas experiencias que quedan sólo para nosotros. Mi idea en este blog es que conozcáis a Anna como era, que pensaba , que le gustaba pero prefiero no profundizar más en el sufrimiento de esos días. Empecé un diario el día del ingreso y allí tengo reflejado todo lo vivido. Para mi es una joya.

06 mayo 2008

Rosi


El pasado domingo 27 de abril falleció mi prima hermana Rosi. Tenía 35 años. Un dolor de cabeza la llevó a urgencias del Hospital de la Vall de Hebrón el miércoles 23. El diagnóstico fue fulminante: un tumor cerebral que había que operar pero sin demasiadas garantías. Una vez más el destino jugó una mala pasada. No sobrevivió a la operación y falleció a los diez meses justos de la muerte de Anna. El golpe emocional ha sido muy fuerte y los recuerdos han fluido con fuerza: el mismo lugar, las mismas fechas...