
Este fin de semana Santi y yo hemos colaborado con el V Rally Costa Brava Històrics 2008. Santi ya hacía años que deseaba ir y este año ha tenido la ocasión, arrastrándome a mi de paso. Nuestra misión era colocarnos en un punto estratégico del tramo a recorrer por los pilotos y cronometrar los tiempos. Para Santi que disfruta conduciendo y a mi que me gusta viajar en coche ha sido la oportunidad perfecta para recordar lugares en los que ya habíamos estado con Anna .
Vic ha sido uno de ellos. Una de nuestras visitas obligadas cada diciembre, desde que Anna tenía 4 años, era el Mercat Medieval de Vic. Íbamos con Teresa, Jordi y Jordi hijo. Acostumbrábamos a llegar sobre las diez de la mañana, y directamente a desayunar. Recuerdo a Jordi pequeño buscando en la carta si había bocadillo de tortilla de patatas, y a Anna haciéndose la remolona para comer. Después, vuelta por el mercado apretujados entre la gente, subir a los niños en los burritos, comprar pan, coca, chocolate... A comer a casa de Teresa y Jordi y toda la tarde los niños jugando. Fueron seis años haciendo prácticamente lo mismo.
Ripoll fue otro de los lugares por los que pasamos. En febrero del 2006 fue la última vez que Anna pisó la nieve. Subimos a Valter 2000 y de regreso, después de haber comido en Camprodón, paramos en Ripoll, precisamente para ver la salida del Rally al que hemos ido este año. Recuerdo muy bien que entramos en un supermercado y Anna se compro una bolsita de "pelotazos" y un refresco de naranja. Al abrir la bolsa de cualquier manera (eso lo heredó de mi), la mitad del contenido cayó desparramado. Hasta hace poco aún salía alguna bola de estas por el coche.
Regresando al tema de la nieve, en enero de 2001 Anna se puso por primera vez los esquis. Hubiera sido una buena esquiadora porque mantenía el equilibrio y no tenía nada de miedo. Pensamos apuntarla en la escuela de esqui al año siguiente, a pesar de que ni a Santi ni a mi nos va este deporte. Pero todo se truncó en octubre de ese año cuando nos advirtieron que, sobre todo, nada de deportes de riesgo. Aún así, solíamos ir un par de veces cada año y se deslizaba con el trineo, con mucha precaución y vigilada constantemente. Es imposible conseguir que una niña dinámica y atrevida pase, de la noche a la mañana, a ser espectadora de la vida sin poder participar en ella. La dejábamos hacer, siempre con el corazón encogido y muy pendiente de ella, pero sin agobiarla.