“Puedes llorar porque se ha ido o puedes sonreír porque ha vivido;
puedes cerrar los ojos y rezar para que vuelva
o puedes abrirlos y ver todo lo que ha dejado;
tu corazón puede estar vacío porque no la puedes ver
o puede estar lleno del amor que compartisteis.
Puedes llorar, cerrar tu mente, sentir el vacío o dar la espalda
o puedes hacer lo que a ella le gustaría: sonreír, abrir los ojos, amar y seguir”
(Anónimo Escocés)

30 enero 2008

¿Destino o coincidencia?

Estos días me ha venido a la mente algo que nos ocurrió justo el día siguiente al entierro de Anna.

Era sábado, precisamente 30 de Junio, y nos apetecía pasear por un sitio tranquilo y silencioso. Decidimos ir a los jardines del Palacio de Pedralbes y allí estuvimos durante largo rato. De golpe le dije a Santi que podíamos acercarnos al Monasterio de Pedralbes. Yo recordaba haber visitado su claustro y deseaba recordar también su silencio. Eran aproximadamente las cinco de la tarde cuando entramos en el Monasterio. En su interior apenas un par de personas sentadas en los bancos y una monja a lo lejos, cerca del altar. De pronto la religiosa comenzó a caminar hacia nosotros exclamando: ¡No puede ser, no puede ser!. Reconocimos en ella a la madre Ana, profesora del colegio al que asistía nuestra hija. Ella estaba allí también por casualidad, porque no conocía el Monasterio y al encontrarse cerca, había decidido visitarlo. Nos quedamos los tres perplejos: ¿casualidad?, ¿destino?. No lo sabemos pero el encuentro nos facilitó poder hablar de Anna que es lo que, quizás, necesitábamos en aquel momento. Estuvimos casi dos horas hablando de ella y nos sentimos bien.

También el otro día, al entrar en la habitación de Anna me fijé en el llavero que le trajo Jordi, cuando fue a Budapest con la Escuela de Música. Es un llavero plateado, en forma de corazón. Inmediatamente me acordé de David y pensé las conexiones que puede llegar a tener la vida.

Cuando Teresa, la mamá de Jordi, me comentó que un niño de los que habían ido con su hijo a Hungría había fallecido víctima de un atropello, intenté ponerme en el lugar de los padres pero no quise ni pensarlo. Quizá porque en aquel momento Anna se encontraba todavía aislada en la cámara, la nueva médula comenzaba a responder y empezábamos a sentirnos algo optimistas.

Quién me iba a decir que, al cabo de unos meses, los padres de aquel niño y nosotros íbamos a conocernos y a compartir unos sentimientos tan intensos.....

2 Vuestros comentarios:

Antonio dijo...

Todo eso es real, ¿veis como estamos conectados?. En el blog de Víctor en puesto un video (COSMOS)que me recuerda a nuestros hijos, y a como se conocieron, parece una imbecilidad pero creo en ello.
Nos vemos mañana.

Anónimo dijo...

Les casualitats no existeixen...aquest es el primer pas per veure que hi ha alguna energia que ens costa de veure, però que poc a poc l'anem sentint, notant, i que ens va obrint els ulls a cada patacada que rebem. Cec que aquest és el perquè que tant busquem en la mort dels nostres fills.
M'alegro de les vostres "casualitats" i us desitjo que obriu molt els sentits per captar-ne moltes!
Una abraçada plena d'amor!
Anna